lunes, noviembre 07, 2005

IV Cumbre de las Américas:“Juntos pero no revueltos”


La IV Cumbre de Presidentes finalizó. En Mar del Plata, a 400 kilómetros de la capital de Argentina, Buenos Aires, los habitantes de la llamada “La Feliz” respiran ahora aliviados. Es que durante por lo menos dos semanas estuvieron virtualmente en estado de guerra. Primero por los preparativos para recibir a 32 mandatarios y dos vicepresidentes, después para darle seguridad a uno: George W. Bush y luego cuando hacia allí se trasladaron más de 10 mil personas para participar de la “Contracumbre” o “Cumbre de los Pueblos”. Para los marplatenses, la Cumbre, lejos de ser una oportunidad fue una verdadera pesadilla.
Tan pesadilla como pudo ser para Bush, el presidente del país más poderoso del planeta, cuando el sábado 5 de noviembre se dio de frente contra la realidad: el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), el bloque regional que tiene a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay como sus socios fundadores y que parecía agonizar por las diferencias entre ellos, cobró vida y sumado a Venezuela y haciendo suyos los versos del escritor argentino Jorge Luis Borges: “no nos une el amor sino el espanto”, pareció enterrar el proyecto del Área de Libre Comercio (ALCA).
El proyecto del ALCA, impulsado por la actual administración de los EEUU encontró en el MERCOSUR y Venezuela un escollo difícil de sortear. Es que estos países representan el 75% del PBI de esta rica pero a la vez empobrecida región.
El ALCA surgió en diciembre de 1994 con la intención de crear un enorme mercado de 900 millones de personas, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, asociando a 34 países, todos menos Cuba.
El plazo inicial para implementar este proyecto era enero de 2005, pero las negociaciones se vieron trabadas por diferencias sobre el grado de apertura, por un lado, y por los cambios en el equilibrio y la correlación de fuerzas políticas que se operaron en la última década en el continente.
El MERCOSUR demanda el reconocimiento de las asimetrías y reclama una apertura consecuente de los mercados agrícolas de los EEUU, hoy cerrados a cal y canto y con los granjeros, de fuerte peso político en ese país, subvencionados por el gobierno.
Mientras tanto, desde Washington se presiona para tener un mayor acceso en los sectores industriales y de servicios.
Fue en Miami, a fines de 2003 cuando se convino la posibilidad de lo que se llama “ALCA a la carta”, que permite, a quienes lo deseen, signar tratados bilaterales o multilaterales paralelos al proyecto madre, tendentes a una mayor liberalización de su comercio.
Así, todos los países -en la propia Cumbre de Mar del Plata lo hizo Uruguay- han ido firmando tratados de inversiones con los EEUU o lisa y llanamente tratados de libre comercio como lo tiene hoy el pragmático gobierno del socialista Ricardo Lagos en Chile. Hay, entonces, al margen del ALCA, un menú disponible para cada país.
La pregunta que se impone es: ¿el ALCA, es de vital importancia, una cuestión urgente para los EEUU? La respuesta, si se la mira en términos económicos y no políticos, es no. Por el contrario, quizás es sí, si se la observa en términos políticos y de oportunidad. Esto es, que por necesidades propias e inherentes a la situación interna que vive hoy el presidente Bush: fracaso militar en Irak, que se está convirtiendo poco a poco en otro Vietnam, lo que ha redundado en un bajo nivel de popularidad entre los propios norteamericanos, lo llevó a tratar de meter una cuña política en su “patio trasero”.
La insistencia de EEUU fue notoria y a la vez torpe. El lema de la IV Cumbre de Mar del Plata era “Crear Trabajo para Enfrentar la Pobreza y Fortalecer la Gobernabilidad Democrática” y a eso se apuntó desde el país anfitrión y desde la presidencia pro témpore del MERCOSUR a cargo del jefe de Estado uruguayo Tabaré Vázquez, pero la obstinación norteamericana de relanzar el ALCA cubrió toda la Cumbre y también la Anticumbre.
Para los promotores del ALCA, EEUU y sus espadas, Canadá, México y Panamá, solo un mercado abierto puede solucionar el problema de la pobreza y el trabajo y a la vez fortalecer la gobernabilidad. En cambio para sus detractores, como sostuvo el presidente argentino Néstor Kirchner en el discurso inaugural de la Cumbre, la experiencia de años de neoliberalismo, lejos de solucionar los problemas de Latinoamérica, los acrecentó.
Pero más allá de que en el mejor de los casos fue postergado una vez más el proyecto del ALCA, no todos los actores de esta Cumbre se fueron con las manos vacías; cada uno logró a su manera un reconocimiento del gran público. Unos y otros debieron resignar en algo sus banderas en pro de la buena vecindad. Así en esta Cumbre, como en ninguna de las anteriores, desde Miami en 1994 a las de Santiago de Chile y Québec, se expresaron las diferencias en el propio plenario con los presidentes allí sentados y cara a cara. En otras Cumbres son los técnicos de cada país los que redactan un documento final cuyos términos ya están acordados en los días previos y los presidentes solo se dedican a dar sus discursos protocolares, posar para la foto oficial, estrechar las manos, terminar en hora y beber alguna cosa en el cóctel de cierre.
Esta vez hubo documento final, pero no acuerdo y la hora de cierre se extendió en busca de un acuerdo sobre la continuidad del diálogo sobre el ALCA. No hubo caso, el documento final dejó expresa constancia de las disidencias entre los dos bloques que se alinearon uno detrás de Bush y el proyecto del ALCA, el otro radicalmente en contra del mismo. Fue en todo caso un empate técnico, lo que se refleja en el salomónico texto final de la Cumbre.
En su punto 19, la declaración final recoge las dos posiciones en torno a las negociaciones de libre comercio. La primera, con la aprobación de 29 países, entre ellos EEUU y México, que pretende reanudar el estancado proceso de integración comercial en 2006.
Esta Cumbre generó además, varios escenarios donde tuvieron que navegar los líderes de estos 34 países. Por un lado, la agenda oficial, las negociaciones, con los encuentros informales y la realización de la Contracumbre con la participación estelar de uno de los mandatarios: el presidente Hugo Chávez, así como los saldos de violencia que tuvieron eco en diferentes lugares del continente, pero que se expresaron con mayor virulencia en la propia Mar del Plata, en Buenos Aires, algo previsible, y también en Montevideo, sorpresivamente.
Justamente, como viene ocurriendo en este tipo de encuentros, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías se convierte en un importante polo de atracción mediático, ya sea por sus desplantes a su colega de los EEUU George W. Bush, como por sus discursos de prosa inflamada. Esta vez no fue la excepción. Chávez, arropado por el astro del fútbol Diego Armando Maradona, fue el principal orador del multitudinario acto de la Contracumbre. El mandatario venezolano fue el único de los que participó en la Cumbre que estuvo en un lado y el otro, pero no pudo arrastrar tras de sí a ningún otro presidente. Es que a pesar de estar aparentemente de un mismo lado del mostrador, entre los mandatarios del MERCOSUR y Chávez hay diferencias y no solo de estilo y conducción sino también políticas.
La oposición radical al ALCA de Chávez no capitalizó ningún apoyo en su mismo tono. En Mar del Plata se hizo realidad un viejo refrán que se puede aplicar en varios aspectos: “juntos pero no revueltos”.
Y esto tiene su explicación: se llama petróleo. Mientras el venezolano está sentado sobre un barril del oro negro, los otros presidentes son total o parcialmente dependientes del cada vez más escaso líquido oscuro. Chávez puede, a su antojo, hacer u deshacer. Kirchner, Lula, Nicanor Duarte y Vázquez tienen sus propias internas y dificultades como para enfrentarse radicalmente con los EEUU. Cada uno en lo suyo. “Juntos pero no revueltos”.
Así por ejemplo, Kirchner le pidió apoyo político a Bush para negociar con el Fondo Monetario Internacional su abultada deuda externa de 5 mil millones de dólares sin cambiar los ejes de su actual modelo de crecimiento tal como exige el organismo internacional.
Lula, por su parte, que se debate en graves problemas internos que deviene de los casos de corrupción en el entorno de su gobierno tiene un asunto pendiente con el país del norte como lo son los reclamos de las patentes y los subsidios, una de las preocupaciones básicas de su gestión.
Duarte, como presidente de Paraguay tiene un problema grave en la triple frontera que tiene que atender y ya lo está haciendo con los EEUU. De hecho, Paraguay se desmarcó de sus socios al otorgar inmunidad penal a las tropas y funcionarios norteamericanos, sumándose a Ecuador y Colombia y claramente en contra de sus socios mercosurianos que no lo aceptan.
Por su lado, Vázquez, el presidente uruguayo, no puede obviar que EEUU es su principal socio comercial y debe cuidar, como nunca, ese entendimiento para poder sortear la aguda crisis social y económica que heredó del anterior gobierno.
Esta Cumbre expuso así, las dificultades que tienen que afrontar los gobiernos de izquierda, o de sensibilidad de izquierda, en materia de política internacional, que se ven obligados a alinearse a una realidad que no se compadece con sus discursos y les exige actuar con pragmatismo por encima de la ideología.
Queda claro entonces, que la oposición del MERCOSUR al ALCA estuvo mucho más vinculado a temas comerciales que a los estrictamente políticos como lo presentó Chávez. El ALCA no quedó enterrado como quería el presidente venezolano con su eslógan coreado por miles en el estado mundialista de Mar del Plata al cierre de su actuación en la Contracumbre: “ALCA, Alcarajo”, pero tampoco está tan vivo como quería George Bush.
E incluso, más allá de eso, queda claro también que otros gobiernos del continente, como Chile, que es un estado asociado al MERCOSUR, abogaba por concretar el ALCA, teniendo, como tiene, un tratado de libre comercio con Washington. O México, cuyo presidente Vicente Fox, a quien le queda un año de gobierno, dejó en claro que su alineamiento con los EEUU va mucho más allá de una buena vecindad.
La Cumbre de Mar del Plata dejó expuesto también el rechazo que genera en varios sectores el presidente Bush, a quien, por cierto, no le faltan méritos y merecimientos.

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