miércoles, abril 20, 2005

El nuevo Papa

La elección de Joseph Ratzinger para suceder a Juan Pablo II no era sólo la opción más previsible, sino la más regresiva. Esta es lo que se dió, con inédita celeridad. La decisión expresa además un eurocentrismo reconcentrado e inamovible, hace a un lado las tendencias más progresistas de la iglesia, particularmente en América Latina donde se concentra la mitad de los 1.100 millones de católicos, e impacta de manera regresiva en la compleja realidad del mundo de hoy.

¿El gran inquisidor?

Desde 1981 hasta su consagración como Benedicto XVI, Ratzinger se desempeñó como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, heredera del Santo Oficio de la Inquisición, de triste memoria en la historia de la humanidad. Su actuación se hizo sentir en la persecución a sacerdotes y dignatarios de la iglesia. Entre las más de 140 sanciones infligidas a éstos, se destaca la que recayó sobre su discípulo el sacerdote brasileño Leonardo Boff, teórico de la teología de la liberación, condenado al silencio en 1985 y que dejó los hábitos (ahora dice que “será difícil amar a ese Papa”). También obligó a callar al homólogo peruano de Boff, Gustavo Gutiérrez (que se manifiesta “decepcionado”). Al teólogo suizo-alemán Hans Küng le retiró en 1979 la autorización para enseñar. Este es autor de un balance crítico sobre el pontificado de Juan Pablo II, que en buena medida se revierte sobre Ratzinger, su brazo derecho y número 2 de la jerarquía eclesiástica. Ratzinger se pronunció asimismo contra los diáconos indígenas que preconizaba en Chiapas el recordado padre Samuel Ruiz, quien también fue radiado.
A esto se suma: el rechazo al uso de los anticonceptivos y del preservativo (fundamental en la lucha contra el Sida) y a la despenalización del aborto, así como al sacerdocio femenino y al homosexualismo; la prohibición de la comunión a los divorciados vueltos a casar; el mantenimiento a ultranza del celibato de los curas, que un analista vincula a la “catastrófica escasez” de sacerdotes y a los numerosos “escándalos de pedofilia que la iglesia ya no puede ocultar” (sobre todo en EEUU).
Por estas posiciones, mantenidas en forma dogmática y sin el mínimo ámbito de discusión, se considera que Ratzinger sepultó las conclusiones del Concilio Vaticano II de 1962, que durante el breve pontificado de Juan XXIII (1958-63) marcó un punto de inflexión con su opción preferencial por los pobres. Desde sectores renovadores de la iglesia y afines se lo calificó como “el cardenal NO” y como “el gran inquisidor”

La crisis de la iglesia

Ratzinger sostuvo estas posiciones, como guardián de la ortodoxia y crítico de lo que llamó “la dictadura del relativismo”, en su homilía en la misa “Pro eligendo Pontífice” que dio inicio el lunes al cónclave y fungió como su programa electoral. Su defensa de la “fe madura” se confunde con la defensa intransigente del dogma, aunque rechazó la categorización de “fundamentalismo”. Es obvio que a esa altura el resultado ya estaba concertado, haciendo pesar además su condición de decano del cuerpo cardenalicio. Ahora se sabe que cosechó bastante más del mínimo de 77 votos requeridos, o sea los 2/3 de los 115 cardenales participantes en la votación.
El nuevo Papa encuentra a la iglesia católica sumida en una situación crítica, en Europa y en Estados Unidos. El número de fieles y su porcentaje en la población disminuye, mientras proliferan nuevas iglesias protestantes y evangelistas. Un estudio sostiene que el último pontificado “ha sumido a la iglesia católica en una crisis de credibilidad histórica”. Esto es particularmente sensible en Alemania, donde la iglesia católica perdió dos millones de fieles desde 1978.
En cambio, ésa es la iglesia que aporta mayores recursos para las finanzas del Vaticano, que se ubicaron en rojo en el período reciente, en particular los últimos tres años. Se anuncia asimismo que Benedicto XVI ya inauguró un sitio para comercializar atributos diversos de su pontificado, individualizado como benedicto.com
En la etapa que se abre prevalecerán en la cúpula de la iglesia las tendencias más conservadoras, citándose entre ellas el Opus Dei y otras como Comunión y Liberación, vigente en EEUU y cuyos voceros ocuparon las pantallas de CNN.

El Opus Dei

El Opus Dei, con ramificaciones mundiales, vio reforzado su poderío bajo el pontificado de Wojtyla, que le concedió un estatuto legal especial y lo liberó de la supervisión de los obispos. Ratzinger era, sin sombra de duda, su candidato. Küng lo define como “un movimiento económicamente poderoso e influyente pero antidemocrático y hermético, vinculado a regímenes fascistas en el pasado y que hoy ejerce su influencia, sobre todo, en las finanzas, la política y el periodismo”. A la vista está.

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