viernes, junio 17, 2005

Huerfanos de madre patria


“Estimado amigo: no sabes con qué alegría supimos la nueva de tu estancia en esa; precisamente hace días que veníamos, Fernando y yo, comentando que no se te veía por ningún sitio. Comprendemos perfectamente tu estado de ánimo, por haber traspuesto el punto más difícil en cuanto a la realización de tus ilusiones se refiere. Tenemos una gran confianza, y hacemos votos por que así sea, en que se cumplan felizmente todos tus proyectos. Te envidiamos. Cumpliendo tus deseos, puse en conocimiento de casi todos tus amigos tu situación actual, y todos, como es natural, quedaron altamente sorprendidos y contentos.
Esperamos que cuando te halles allende el océano nos tengas al corriente de tus andanzas por esas lejanas tierras.
De por aquí, poco podemos decirte, seguimos vegetando en las condiciones que tú sabes, aunque de cuando en cuando el contacto femenino sirva para paliar la monotonía cotidiana.
Ya llueve mucho y hace bastante frío y, en consecuencia, todo se vuelve triste y aburrido. Los paseos se hacen cada vez menos frecuentes hasta tanto no renazca la bondad del tiempo.
El Racing sigue imbatido y, ya sabes, el tema futbolístico es la panacea contra racionamientos, malestar económico, etc.
De películas poco también puedo decirte pues, como siempre, son malas y raras.
Bien, amigo Ladra, en la tranquilidad de que estaremos pendientes de las novedades de tus asuntos, se despide de ti tu amigo Florencio”.
Esta es una carta fechada el 24 de noviembre de 1949, en la ciudad de Santander, España y está dirigida a mi padre, José Ladra, quien se encontraba en esa fecha en Bordeaux, Francia, pronto para viajar a Uruguay.
Ninguno de los actores allí nombrados: Fernando, Florencio, el firmante de la misiva y mi padre, están vivos, por lo que me he atrevido a revelar su contenido con el permiso explícito que me da el hecho de tenerla en mi poder.
Como se puede ver, si tan solo se cambiaran los tiempos y los lugares, el contenido de la carta no diferiría en mucho de lo que hoy puede escribir cualquier uruguayo que esté en España, porque a diferencia de como actuó el gobierno y el pueblo uruguayo con los españoles que vinieron a estas tierras huyendo de las miserias, de la guerra o del sangriento régimen de Francisco Franco, como fue el caso de mi padre, hoy nuestros compatriotas que sólo buscan trabajo, no son bien recibidos por el gobierno español y, en muchas ocasiones, hasta por parte del pueblo español.
Por el gobierno de José María Aznar, ayer y por el de José Luis Rodríguez Zapatero hoy. El primero porque entre otras cosas aprobó una ley de extranjería que impide que yo, por ejemplo, hijo de primera generación de españoles, y que además tiene familiares allí, no pueda irme a vivir a España legalmente. Y el segundo, porque a pesar de lo que diga la voz oficial, sigue persiguiendo a los uruguayos.
Por parte del pueblo español, ayer y hoy porque lamentablemente una parte del mismo tiene arranques xenofóbicos: no en vano allí nació esa repugnante expresión de “sudacas”.
El gobierno español tiene, como todos los gobiernos del mundo, la potestad de aprobar las leyes que crea conveniente, pero hay casos y casos, de eso no puede tener la menor duda ni Aznar ayer, ni Rodríguez Zapatero hoy, ni tampoco los ciudadanos de la península ibérica.
Me pregunto, ¿qué le hicimos a los miles y miles de “gallegos”, los “queridos gallegos” al decir de Alfredo Zitarrosa, para que ahora nos paguen con esta moneda?
¿Dónde están los hijos de los almaceneros, baristas, omnibuseros o zapateros que pudieron hacer una carrera universitaria sin pagar un peso con un Estado que bancamos todos?
¿Dónde están ahora esos herederos de gallegos, vascos, asturianos, andaluces, catalanes, canarios, castellanos o cántabros que arribaron a estas costas, poblaron estas tierras, la hicieron grande, que llegaron hasta ser presidentes, senadores, dirigentes de diversas actividades, que no levantan su voz con firmeza contra los mal agradecidos?
Hoy, lamentablemente, muchos uruguayos necesitan el apoyo de la Madre Patria y se encuentran con que están huérfanos y no solamente eso, sino que además, son deportados como vulgares criminales.
Mi padre me contó, él hablaba poco de sus cosas, que cuando en 1950, luego de un periplo por Francia, fugado de las fauces del sanguinario régimen de Franco y luego de haber estado 7 años preso y con una condena de 20 años sobre su cabeza, se bajó con su valija de madera a cuestas del vapor Florida en el puerto de Montevideo; caminó hasta la Plaza Independencia, se sentó en un banco y se puso a llorar. No tenía un duro ni partido a la mitad y necesitaba de un médico: había tenido tuberculosis; allí en la calle habló con una persona y ésta le recomendó dirigirse al Comité Republicano. Allí le consiguieron atención médica en el hospital Saint Bois y más tarde, cuando se curó definitivamente, tuvo su primer trabajo como vendedor en Ipusa.
Así comenzó una historia que hoy la saben sus nietos, que no llegó a conocer. Así, más o menos parecidas, deben de haber muchas historias de españoles en Uruguay. Pero así, parecidas a esta historia, no pueden haberlas de uruguayos en España. Es una pena, pero por España y los españoles, porque los pueblos se hacen ricos con estas historias.
Otrosí:
1) La valija de madera que trajo mi padre de España, que todavía existe, fue usada en una fiesta de fin de año por mi sobrino para representar, en la escuela, a los emigrantes.
2) Esta nota, con pequeñas variaciones, fue escrita y publicada en marzo del año 2001, cuando gobernaba a España un presidente del Partido Popular, José María Aznar. Hoy, a más de 4 años, con una España gobernada por un presidente del Partido Socialista Obrero Español, José Luis Rodríguez Zapatero, mantiene vigencia. Como cantó Alfredo: “…en mi país, que tristeza…”

No hay comentarios.: