
Venezuela vivió en menos de dos días las horas más dramáticas de los últimos años. En ese lapso tuvo tres presidentes, algo que se puede comparar a lo ocurrido en Argentina tras la caída de Fernando de la Rúa, el pasado 20 de diciembre.
A pesar de haber regresado a la institucionalidad, es decir, Hugo Chávez sigue siendo presidente, ésta es ahora frágil, muy frágil, y está asentada sobre bases que todavía, con los hechos calientes, se torna de difícil análisis.
Sin embargo, hay cosas claras: una, y dicha por la dudas, la asonada contra Chávez, más allá de lo controvertido de su persona, fue un golpe de Estado, de eso no puede haber lugar a dudas. Un golpe de Estado que no logró progresar, pero que nos trajo a la memoria las tristes imágenes de las décadas pasadas, cuando las democracias del cono sur eran arrasadas por el poder militar bajo una fachada cívico-militar.
Hubo, por imperio del personaje al cual se intentaba derribar, una suerte de tenue apoyo, considerando que Chávez se lo había buscado. Muchos de los que dijeron eso se tuvieron que tragar las palabras, cuando, en menos de 24 horas, Chávez estaba otra vez sentado en el Palacio de Miraflores, sede del gobierno.
A los que optaron por el apoyo silencioso, se les debe recordar que las dictaduras no son a medida, como los trajes hechos por los sastres, donde no hay problemas con el largo, con la mangas, etc. Las dictaduras son como los trajes que se compran en las tiendas de corte y confección, a los que siempre hay que hacerle algún retoque y los retoques traen consigo muertos, desaparecidos, hechos que los uruguayos conocemos de sobra.
Pero ahora, con los sucesos ya consumados, en Venezuela aparece como un actor principal el accionar de unas Fuerzas Armadas que son las que le dan un nuevo marco institucional al gobierno de Chávez.
Un comportamiento de las Fuerzas Armadas diferente al que se vivió en Argentina, porque allí no faltó quien golpeara a las puertas de los cuarteles para pedirles que intervinieran y éstas con buen tino no se involucraron. En Venezuela la cosa fue diferente, muy diferente: allí los militares midieron sus fuerzas y si en un momento inclinaron la balanza contra Chávez, luego lo hicieron a su favor. Las fuerzas entre los militares parecen estar parejas pero, ¿qué puede pasar cuando se produzca un desbalance?
Es por eso que este gobierno de Chávez no será el mismo.
Una nueva época se inauguró el pasado 14 de abril. Chávez está ahora, y de alguna manera, prisionero de unas Fuerzas Armadas que suman y restan en los cuarteles, por lo que la nueva institucionalidad de Venezuela estará siendo vigilada por unos y otros. Por chavistas y por antichavistas.
Y eso lo sabe de sobra el carismático presidente venezolano que en su primera aparición ante los medios lo hizo de una manera mucho más medida de lo que es habitual e incluso ensayando una suerte de autocrítica sobre el rumbo que le imprimió hasta ahora a su gobierno.
Como lección para los partidos políticos es menester recordar que el ascenso de Chávez en la vida política venezolana, una vez que fracasó su intentona golpista en 1992 (atención, que tampoco hay golpes buenos y golpes malos: son todos malos) se debió al gran desprestigio que tenían y aun tienen los grandes partidos tradicionales de Venezuela, el centroderechista Copei y el centroizquierdista Acción Democrática. Estos partidos, corroídos por la corrupción se olvidaron de gobernar decentemente y la gente, hastiada, les dio vuelta la cara.
Así, el pueblo venezolano buscó algo diferente, incontaminado y eso fue Chávez, que se convirtió en un presidente en quien los venezolanos depositaron mucho más que un voto. Depositaron sus más caras esperanzas de dejar atrás la pobreza estructural que hace de ese país, tan rico en oro negro, uno de los más castigados por la violencia que engendra la rampante miseria.
Ahora se espera que Chávez, haga lo que tiene que hacer y para lo que fue ungido presidente, pero sobre todo que logre la unidad nacional en una Venezuela que se encuentra socialmente dividida cosa de la que también él tiene su cuota de responsabilidad.

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