martes, agosto 02, 2005

Ángel y Macarena


El 2 de agosto de 2005 es una fecha que de ahora en más debería ser incorporada en los libros de historia como un día trascendente y quizás, algún día, señalada en rojo en el almanaque por su significación desde el punto de vista de la institucionalidad uruguaya: este día culminó definitivamente la transición iniciada con las elecciones nacionales de 1984 tras 11 años de dictadura militar.
Hoy, por primera vez en las palabras y en los hechos, un jefe militar, en este caso el comandante en jefe del Ejército, teniente general Ángel Bertolotti, cumplió e hizo cumplir cabalmente una orden del presidente de la República en tanto comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.
El Poder Ejecutivo, representado por la influyente figura del secretario de la Presidencia de la República, Gonzalo Fernández, el Poder Judicial personificado por los jueces Gustavo Mirabal y Juan Carlos Fernández Lecchini, además de la fiscal Mirtha Guianze, los técnicos antropólogos uruguayos y argentinos y, fundamentalmente, Macarena Gelman, hija de desaparecidos, pudieron ingresar a un predio militar donde se supone, por la información brindada por el propio comandante Bertolotti, que hay tumbas clandestinas.
Después de años de resistencia de los mandos militares en admitir la existencia de los desaparecidos y de presidentes que no cumplieron cabalmente con el artículo cuatro de la Ley de Caducidad. Después de años de negarse a investigar, de mentiras descaradas, de mantenimiento de una tutela militar inapropiada sobre la democracia uruguaya, el comandante en jefe del Ejército Bertolotti, a instancias de las órdenes impartidas por el presidente Tabaré Vázquez, quebró no solo el silencio cómplice, sino que inclinó, como corresponde, su espada de militar ante el poder civil legalmente constituido y que emanó de la voluntad popular.
Ayer, con las declaraciones y las acciones de Bertolotti, aun en contra de sus propios miedos y dudas, se puede decir que terminó una etapa oscura de la historia contemporánea del Uruguay. Dijo Bertolotti, al explicar las decisiones adoptadas tras la orden del presidente y que desembocó en el franqueo de las puertas del batallón ubicado en la localidad de Toledo: "adopté el criterio del presidente de la República que dio su concepto como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas o como mando superior en el marco que corresponde. Creo haber cumplido con los requisitos con todo mi esfuerzo. El ejército se ha dedicado a esto con total honestidad y lealtad. No solo desde el punto de vista institucional sino también desde el punto de vista corporativo”.
Y si fue importante que se franquearan las puertas del batallón no menos lo fueron los largos minutos en los que Bertolotti y Macarena Gelman, la hija de María Claudia García, charlaron en el predio donde se supone que está enterrada su madre.
La significación del hecho está dada no solo por las expresiones de Bertolotti, las verbalizadas y las faciales sino también por los silencios. En la pasada jornada hubo cosas que conmovieron las fibras íntimas de este duro y parco militar.
"Hablamos un poco de la vida, de su trabajo y de sus pensamientos", relató el jefe militar cuando los periodistas apostados en las puertas del batallón le consultaron acerca de como vio las emociones de Macarena Gelman.
El militar la catalogó como “una mujer de convicciones muy firmes, es una mujer generosa, comprensiva y que sabe ubicarse en las coyunturas históricas a través de lo que ella vivió durante su corta vida", y remató con una frase que, por lo menos públicamente, un militar se cuida de decir: “es muy dulce”.
Pero además de la palabras hubo gestos por demás simbólicos: fue Bertolotti en persona quien llevó a Macarena al lugar donde, según la información que maneja el militar, estaría enterrada su madre. Allí estuvieron juntos, y a solas con sus ángeles y sus demonios, Macarena y Angel. Allí solo hubo un silencio, también altamente simbólico.

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