domingo, noviembre 04, 2001

La legión sudaca de la corona

No son jóvenes uruguayos con sangre judía que van a defender por sus convicciones a su pueblo y al estado de Israel, no es el caso de los jóvenes idealistas uruguayos con sangre española que fueron en la década del 30 a defender a la España republicana frente al levantamiento falangista. Tampoco puede establecerse una comparación con los jóvenes uruguayos y de otros países de América latina que, consustanciados con los principios de la revolucion cubana o sandinista fueron a alistarse a las fuerzas militares de Cuba y Nicaragua. Acá no hay idealismo. El reclutamiento de jóvenes uruguayos con doble nacionalidad que vienen realizando las Fuerzas Armadas de España sacudió a la opinión pública porque, más allá de si es o no violatorio de nuestra soberanía, provoca conmoción, tristeza y sabor amargo porque pasa por un puñado de dólares. Es la expresión de la desesperanza y de la incapacidad de los sucesivos gobiernos uruguayos de dar una perspectiva laboral digna a los hijos de la nación, y es, también, el sentido de oportunidad de la administración Aznar que encuentra en estas latitudes materia prima barata para ocupar las ralas plazas del Ejército real.

La historia comenzó en abril. Entonces, una cuidadosa tarea de marketing se desplegó desde la sede del Ministerio de Defensa Español. Millares de jóvenes, argentinos y uruguayos, con doble nacionalidad, fueron tentados con una oferta laboral por demás atractiva en estos tiempos de estrecheces económicas. Una cifra estimada en 4 mil jóvenes uruguayos descendientes de españoles, con ciudadanía peninsular gestionada, recibieron lujosos folletos a todo color, acompañados con un atractivo compact, en los que se describían el trabajo prometido. También se les invitaba a una charla informativa que se desarrollaría en el Polideportivo del Centro Gallego (Carrasco) el pasado 13 de mayo.
Cerca de 600 jóvenes y familiares respondieron al llamado y escucharon las explicaciones de tres jerarcas de las Fuerzas Armadas de España que vinieron especialmente, en una curiosa labor profesional de extensión en territorio extranjero.
Allí se les dijo a los jóvenes cuáles eran las condiciones requeridas para quienes estuvieran interesados en acceder al ofrecimiento. Los jóvenes deben tener entre 18 y 27 años, medir entre 1.55 y 2.0 metros y superar pruebas de aptitud física y de aptitud mental. Una vez seleccionados están en condiciones de cubrir las vacantes de tropa en la condición de soldado, marinero, cabo, cabo primero y cabo mayor. Se les hace firmar un contrato de 18 meses en 16 especialidades militares diferentes. El sueldo neto asciende a 550 dólares y se les asegura alojamiento, alimentación y seguridad social. La paga es un 30% mayor si el servicio militar se cumple en Ceuta y Melilla, norte de Africa, regiones más conflictivas.
En aquella reuninón quedó claro que el trabajo de selección de los interesados estaría a cargo de militares españoles en suelo uruguayo.
En una actitud que habla por sí sola del ánimo del gobierno español ahora se sabe a ciencia cierta que la intención original del ministro de Defensa Federico Trillo era que las pruebas de aptitud y reclutamiento se hicieran en dependencias militares uruguayas. Reminiscencias de las épocas doradas de la monarquía española...
La respuesta de nuestro gobierno fue negativa. Así lo confirmó el ministro de Defensa Luis Brezzo cuando el pasado martes 10 de julio compareció en el Parlamento para explicar este tema ante los miembros de la Comisión de Emigración de Diputados. Brezzo dijo que "oficiosamente las Fuerzas Armadas españolas se interesaron por saber si el Ministerio de Defensa daría apoyo y colaboración..., fundamentalmente querían saber si se podían utilizar las dependencias de los Servicios de Sanidad de las Fuerzas Armadas para efectuar los exámenes médicos. De la misma forma que se planteó, oficiosamente, dijimos que de ninguna manera el Ministerio de Defensa Nacional iba a colaborar con ese tipo de acciones, porque no correspondía."
Vale decir, que tanto las pruebas físicas como los exámenes de salud se hicieron por personal que revista en el Ministerio de Defensa español o profesionales especialmente contratados. A los jóvenes se les extrajo allí muestras de sangre y orina y otros controles para demostrar la aptitud sanitaria. Los que aprobaron esta instancia debieron abordar el 22 y 23 de mayo la segunda prueba, ésta de aptitud física. Debieron probar ser capaces de correr 50 metros en 9.2 segundos los hombres y 9.5 las mujeres, correr los mil metros en 4 minutos 50 segundos (hombres) y cinco minutos (mujeres), saltar 34 y 33 centímetros respectivamente y hacer cuatro y tres flexiones. Listo. Ya estaban prontos para iniciar el viaje.
En este primer envión realizado a modo piloto en Montevideo, Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza fueron reclutados 304 descendientes de españoles, entre argentinos y uruguayos. De acuerdo a cifras que se desprenden de los últimos estudios censales oficiales en Argentina y en Uruguay residen alrededor de 20 mil jóvenes hijos o descendientes de emigrantes. En particular en las ciudades elegidas por los uniformados españoles como experimento viven 3.514 jóvenes descendientes en Montevideo, 11.632 en Buenos Aires, 1.995 en Rosario,1.242 en Córdoba y 372 en Mendoza.

"EL BOCADO APETECIBLE"
DEL MINISTRO TRILLO

El ministro Federico Trillo no entiende la sensación de dolor y malestar que invadió a la sociedad uruguaya. El 5 de junio fue entrevistado por "En Perspectivas", 810 AM El Espectador, y allí el jerarca español analizó el tema como si fuera algo muy natural, que no lo entendía aquel no deseaba entenderlo. Dijo que "en ningún momento estamos haciendo un llamdo a los jóvenes uruguayos, a los nacionales de Uruguay, sino que tan solo estamos dirigiendo, para completar nuestro proceso de profesionalización, cartas y llamados a los españoles que por nacionalidad voluntaria, es decir aquellos hijos de españoles que han conservado su nacionalidad española y que quieren volver duranmte una temporada a la madre patria a prestar su servicio en las nuevas Fuerzas Armadas profesionales."
Todo en regla. Claro que lo que el ministro no tomó en consideración es que la absoluta mayoría, sino la totalidad de los casos, son jóvenes uruguayos que adquirieron la nacionalidad española por necesidad económica, como un vehículo para escapar de la desesperanza actual que atraviesa la juventud uruguaya.
Tampoco explicó que el problema de fondo es que los jóvenes españoles residentes en España no quieren alistarse, que al cesar el servicio militar obligatorio, el Estado español no encuentra entre sus ciudadanos naturales, nacidos y crecidos en suelo ibérico, quienes estén dispuestos a ser "carne de cañón" en las turbulentas peripecias de la Europa de los fanáticos nacionalismos que previsiblemente deberán protagonizar estos soldaditos sudacas.
Un artículo publicado el 8 de junio por el diario "La Voz de Galicia" es muy elocuente en el trasfondo subyacente en esta cruzada de las Fuerzas Armadas en el Río de la Plata. El articulista expresa: "El vivero de jóvenes de origen gallego de Argentina y Uruguay, asfixiados por la economía y la falta de perspectivas, es un bocado apetecible para solucionar el déficit de vocaciones militares en España."
Trillo sitúa en 10 mil las vacantes a llenar en los próximos meses. Otras fuentes españolas dicen que el ministro se queda corto y son aproximadamente 20 mil las plazas a completar.

LA LEY DE EXTRANJERIA O
EL DOBLE DISCURSO ESPAÑOL

Toda esta operación propagandística de la maquinaria bélica española sorprendió a los círculos de poder y a la propia opinión pública de nuestro país que aún se muestran desacomodados con el imprevisible tema incorporado a la ya compleja y preocupante agenda.
En el plano político las reacciones fueron aisladas. Tan solo algunos legisladores: José Korzeniak, Jorge Larrañaga, Eleuterio Fernández, Raúl Sendic -el primero en advertir públicamente la peligrosa ambiguedad de los hechos-, Felipe Michelini, Lucía Topolansky, entre otros, expresaron con diverso énfasis su preocupación por la situación creada por la movida del Estado español en suelo uruguayo.
El diputado frenteamplista Sendic calificó de "oferta indigna para nuestra sociedad" la propuesta del gobierno de España a los jóvenes con doble nacionalidad. En afirmaciones publicadas por el diario La Juventud contrapuso la conducta del gobierno de Aznar con la que mantuvo nuestro país hacia la corriente inmigratoria gallega décadas atrás. Dijo que a los españoles se les recibió en nuestro país "con los brazos abiertos, con trabajo digno, con todas las posibilidades. Ahora nuestros jóvenes serán carne de cañón de las necesidades políticas del gobierno y del ejército español."
Pero fue, quizás, en un suelto editorial publicado por el diario El País, el 18 de abril, donde se analizó con mayor crudeza el alcance de la iniciativa española estableciendo una fuerte contraposición entre la política que desarrolla el gobierno de España hacia los inmigrantes y la presente política de captación de jóvenes para el servicio militar.
En un tramo expresa el editorialista: "Curiosa paradoja esta que nos ofrece España: por un lado cierra la puerta a cuatro candados a todos aquellos que quieren ingresar al país como inmigrantes, desde luego que los uruguayos incluidos y hay casos actuales verdaderamente conmovedores dados los esfuerzos hechos por muchos compatriotas (incluso descendientes de españoles) por afincarse en aquella tierra, a través de una férrea e inexpugnable Ley de Extranjería. Y por otro permite el ingreso a los que están dispuestos a revistar en sus fuerzas armadas. ¿A qué se debe esa contradicción?". Luego de recordar que el fin del servicio militar obligatorio, "la temible y aborrecida mili" puede ser la repuesta, el articulista concluye que esa situación obligó a Espala a "rápido a reclutar uruguayos y jóvenes de otras nacionalidades americanas para que sirvan de soldados, claro que bajo la bandera roja y amarilla, en el norte de Africa, en los Balcanes o en una nueva y factible confrontación con el régimen de Irak, entre otros posibles destinos. Y sentencia: "La Ley de Extranjería no será obstáculo."
La polémica sobre el tema se reavivó una vez tomó estado público la situación generada con varios jóvenes reclutados que pidieron la baja a los pocos días de ingresar al cuartel Hoyos de Manzanares a las afueras de Madrid. Unos optaron por quedarse en España y probar fortuna en otra actividad, el joven Jorge Milionis, angustiado por no resistir la dureza de la vida militar, emprendió una búsqueda desesperada de un retorno todavía esquivo a sus raíces uruguayas. Un regreso sin la gloria que tal vez imaginó cuando estampó su firma para alistarse en esta novedosa legión de sudacas al servicio de la monarquía.

JORGE MILIONIS: ANCLADOEN MADRID

Aunque nació en Toledo, Canelones, y vivió hasta susdieciocho años en Uruguay, Jorge Milionis es ciudadano español. Es que su padre, hijo de una peninsular, lo nacionalizó hace ocho años. Su vida en Montevideo, donde residió desde los seis años hasta que decidió emprender la aventura de unirse al ejército español, no era muy diferente a la de cualquier adolescente uruguayo: estudiaba repostería en la UTU, jugaba al fútbol en el Real Sicco de su Toledo natal, tenía una familia, amigos... Cuando se enteró del llamado de las Fuerzas Armadas españolas a jóvenes sudamericanos, su destino cambió, decidió probar suerte, asomarse a un horizonte más promisorio, empezar una nueva vida... Lo que jamás imaginó fue que, antes de que pasara una semana de su arribo a territorio peninsular, su existencia sería asaltada por la zozobra del no saber qué va a ocurrir al día siguiente, que lo que comenzó siendo una aventura se transformaría en un problema no ya personal, sino que involucraría a los estados español y uruguayo.
Jorge Milionis Cisneros nació en Toledo, Canelones,hace dieciocho abriles. Cuando cumplió los seis años, su familia se trasladó a Montevideo, al barrio de La Blanqueada. De niño se destacó como jugador de fútbol. Empezó en el Intermezzo donde lo dirigió su padre. "El siempre me decía que ojalá llegara a algo", recuerda."Yo lo quería mucho porque me aconsejaba siempre. Murió hace cinco años", dice y se le emociona la voz. Jorge es un chico sano, fuerte, con el pelo cortado al estilo militar, de sonrisa luminosa, aunque actualmente, mientras espera que su situación se aclare, se lo note tenso, nervioso y su voz se resquebraje cuando se refiere a su único deseo en este momento: volver de una buena vez junto a los suyos. ¿Cómo llegó a esta situación? Cuando el ejército español hizo un llamado a jóvenes sudamericanos a unirse a sus filas, su espíritu inquieto lo impulsó a emprender la aventura. No tenía nada que perder y sí mucho que ganar. Después de cumplir los trámites de rigor en Montevideo, se embarcó en un avión de Iberia que lo dejaría en Madrid el veinte de junio último. "El pasaje no lo he pagado, son 600 dólares que debo, pensaba pagarlos con lo que ganara, pero ahora... Aunque mi madre me dijo que no me preocupara, que cuando llegara ya íbamos a ver cómo arreglaríamos eso", dice. Luego de un recibimiento con bombos y platillos, el veintiuno de junio salió del cuartel Alfonso XIII de Madrid rumbo a Hoyos de Manzanares, donde pasaría un período de entrenamiento para luego unirse a los marines, sección comunicaciones, de Valencia. "Nos habían dicho que eran dos meses, pero cuando llegamos acá resulta que eran tres", afirma. "Me habían dicho que era duro, pero nunca pensé que fuese a serlo tanto", dice y se sonríe como disculpándose. Tenía ciertas noticias de la vida militar por las películas, pero jamás se le hubiese ocurrido que la disciplina castrense iba a ser tan rígida que lo hiciese desistir de sus sueños. "Nunca había estado en un lugar donde te gritaran tanto, que te mandaran para un lado y para otro, siempre a los gritos..." Y si a eso se le suman la añoranza de la familia, la nostalgia del barrio y los amigos, es comprensible que antes de mucho se sintiera incapaz de soportar más la situación. "Varios uruguayos pidieron la baja antes que yo. Algunos se volvieron y otros se quedaron acá, a intentar conseguir un trabajo o porque tenían familia. Yo no tengo a nadie. Como a los tres días de estar en el cuartel, hablé con otros uruguayos, les pregunté cómo la llevaban y varios no aguantaban más. Entonces decidí pedir la baja", recuerda. Sin embargo, antes de hacerlo consultó con su madre. Recibió un apoyo incondicional: "Volvé para acá que te extraña todo el mundo, me dijo mi mamá", rememora. El día veintiocho de junio, apenas una semana después de haber llegado, se licenció del ejército español. Anclado en Madrid, sin dinero, sin familiares a los cuales acudir, sin amigos. Así se encontraba Jorge. Por suerte para él, su madre había averiguado la dirección del consulado uruguayo en la capital española. Allí se dirigió Jorge con su problema. Subió tímidamente hasta el octavo piso de un hermoso edificio de la zona de Argüelles, situado en el número 32 del Paseo del Pintor Rosales, frente al Parque del Oeste. Pero sus temores de no ser bien recibido resultaron infundados. Lo trataron de la mejor manera, el cónsul, Jorge Figueredo, le consiguió un albergue, le facilitó dinero para la comida e intentó ayudarlo en todo lo que se le ofreciese. "Se portó muy bien conmigo, es una gran persona", dice el joven en tono agradecido. "Mientras espero que la situación se arregle, que llegue el pasaje para volver a Montevideo, estoy parando en el albergue gratuito de San Juan de Dios. Es un lugar muy cómodo, muy limpio, donde me tratan bien de bien y dan una excelente comida. Allí podés estar de siete de la tarde a la mañana del día siguiente. Después del desayuno tenés que salir, así que aprovecho y salgo a conocer, a pasear por los parques, leo el diario, recorro, conozco... El otro día fui al Bernabeu", cuenta y se le iluminan los ojos. "En el albergue hay gente de todo el mundo, he hecho buenas amistades aunque la mayoría son mayores", agrega.
Su situación le ha dado cierta celebridad. Narra que una persona lo paró en la calle para preguntarle si él era el que había aparecido en el diario. Pero aparte de ese dato anecdótico, ha recibido la solidaridad de mucha gente. Por ejemplo, la de una periodista del diario La Razón que se ocupó de difundir su caso; o la de dos chicas uruguayas que lo llamaron por teléfono para decirle que en su casa tenían una cama disponible para él cuando se le ofreciera. Su deseo era volver el lunes 9 de julio, el día del cumpleaños de su mamá. "Me hubiera gustado regalarle mi regreso", dice. No pudo ser. Ahora sólo le resta aguardar que las cosas se solucionen. Una espera tensa, llena de nerviosismo. "Desde que dejé el ejército he estado pensando todo el tiempo en esto. Estoy preocupado. No aguanto más, me quiero ir. Ahora lo único que deseo es volver e integrarme de nuevo allá. Esto fue una experiencia, mala pero que me sirvió".

EL CONSULADO

Consultadas por Latitud 3035, fuentes del consulado uruguayo reconocieron off de record- que la situación tomó de sorpresa a todo el mundo por lo atípico de la misma. Señalaron además que éste es un problema que atañe más al estado español que al uruguayo, por haberse originado con un ciudadano español que respondió a un llamado del ejército español. No obstante, ambos estados deberán ajustar criterios en torno a situaciones similares que pudiesen surgir en el futuro, de manera tal que las soluciones sean amigables y convenientes para todos los interesados. Mientras tanto se está haciendo todo lo posible para solucionar el problema de Jorge Milionis Cisneros.

LA FAMILIA DE JORGE

Eva Cisneros, la madre de Jorge. "Te juro papá que voy a pisar tierra española; lo voy a hacer". Este juramento, lo dijo con los ojos humedecidos un joven de apenas 18 años y resonó en el silencio de un cementerio, tan silencioso como sólo lo puede ser un cementerio. Jorge Milionis Cisneros tenía 13 años cuando falleció su padre. Nunca lloró su muerte, hasta el 17 de junio, cuando se cumplieron los cinco años de la misma y acompañado por su madre, frente a la tumba de su padre hizo esa promesa. Pocos días después estaba viajando a España, pero en ese momento no pensaba que su caso iba trascender y a tener la repercusión que tuvo.
Jorge formó parte de la tanda de uruguayos, hijos o familiares de emigrantes, que se alistó en las Fuerzas Armadas Españolas llevado por la promesa de un futuro mejor al que estaba viviendo en la humilde casa de Dionisio Oribe y Agustín Abreu, en la Blanqueada.
Allí se alimentó de sus sueños e hizo realidad ese de jugar a la pelota en el Intermezzo, el cuadro del barrio, donde ya hacía hablar a los veteranos por la habilidad que tenía para colarse entre los rivales y encarar el arco a pesar de las patadas que ya en ese entonces recibía.
Ahora, ya más grande, despunta el vicio del fútbol jugando casi en forma profesional en el Real Sicco de Toledo.
"El siempre fue muy callado, tímido casi", dice a LATITUD 30 35 su madre, Diamantina Eva Cisneros. Nerviosa por la situación que vive su hijo no deja de hacer un rollo con cada papel donde guarda, como una improvisada agenda, los teléfonos que la ponen cerca de Jorge que no aguantó el trato que se le dio en España y abandonó, a los pocos días de haber llegado, el servicio militar.
"El es muy callado", reafirma su medio hermano, Ruben Alfredo Bengochea Cisneros, quien es, además, compañero en el Real Sicco, donde juega de arquero. "A ;el le dan patadas y patadas y nunca se queja y sigue adelante. Lo que pasa es que le dijeron una cosa y resultó otra", dice a manera de justificación por la deserción de Jorge.
"Sí, él sólo quiere volver a casa, estar conmigo", añade su madre casi en un lloro, con los ojos vidriosos temerosa de que su hijo no esté pasando bien, allí en la lejana tierra de sus antepasados.
"A el lo ayudó mucho una cubana, periodista del diario La Razón, quién incluso le dio unas pesetas".
Cuando recibió la llamada de su hijo: "Mamá me vuelvo, no aguanto esto", Diamantina se empezó a mover, removió cielo y tierra y encontró apoyos y no tanto. A ella le duele la respuesta que recibió en la Embajada de España en Uruguay. Dice: "cuando llamé me preguntaron si era por un caso de muerte, fíjese lo que me dicen, un caso de muerte", y se queda en silencio. "De muerte", repite otra vez y añade lo que según Diamantina le dijeron en la Embajada: "su hijo es mayor de edad, no es un tema nuestro".
Así como mastica la rabia por esa respuesta tan dura e insensible no tiene palabras para agradecer al embajador Birriel, quien desde su despacho en Paraguay y Mercedes levantó delante de Diamantina el teléfono y habló con el cónsul uruguayo en España, José Figueredo. "Mire Figueredo, a este muchacho me le ayuda hasta que esto se arregle".
"Cuando escuché esto respiré hondo y sentí que tenía a Jorge cerca", dice Diamantina y abre la cartera de donde saca el pasaporte de su esposo fallecido y unos recortes de diario en los que aparece en la foto despidiendo a un jovencísimo Jorge.
En la casa, donde juguetea un gato y un perro en armonía, se nota la pobreza, esa pobreza con dignidad que llevan con orgullo muchos uruguayos. El techo de zinc viejo, algo agujereado, denota el paso del tiempo de lo que fue en algún momento un comercio. La ropa colgada en el frente, contra la esquina, y adentro, en las paredes, cuadros y posters colgados por doquier. Encima de una repisa hay un cuadro de Jorge posando como los grandes con la camiseta del Intermezzo, abajo un plato donde dice soy manya.

¿Acá son de Peñarol?
No somos todos bolsos, el único manya es él, dice el hermano de Jorge señalando al compañero de su madre, pero lo queremos, aclara por las dudas.

¿Qué hacía Jorge, estudiaba?
No, había dejado, pero tenía la idea de seguir estudiando allá, porque le habían dicho que iba a tener tiempo libre pero resultó que en lugar de ser un cuartel, aquello era una cárcel, dice su hermano al tiempo que prende un cigarro.
"Sí, además fíjense que los tuvieron horas parados bajo el rayo del sol practicando la jura de la bandera, todos vestidos y algunos muchachos no aguantaron y se desmayaron".
Interviene el compañero de la madre de Jorge: "le pusieron botas militares y quien no está acostumbrado se lastima los pies" y agrega, "eso debe ser de a poco, no de golpe".
Todo eso, una disciplina militar a la que no estaba acostumbrado y también porque no, una morriña pero al revés, fue minando a Jorge que tomó la decisión de pedir la baja. Claro que en este caso no fue un acto de cobardía sino que debe haber sentido que era una manera de preservar su propia vida.
"Sí papá, pise España, estuve en la tierra de mi abuelo, pero no me sentí bien", debe pensar para sus adentros este uruguayo que como muchos otros supuso que ahí estaba la salvación.

¿Y qué pensaba estudiar?
Y a el le gustaba mucho todo lo que tiene que ver con la repostería, la cocina, responde su hermano. Yo lo llevé a trabajar conmigo a Don Trigo; allí lavaba platos y no se despegaba de la pileta, es muy responsable.
Ruben, el hermano de Jorge es otro de los uruguayos víctima de la situación económica. "Yo trabajaba en Don Trigo, en el Parque Rodó, era el parrillero, pero vino el bajón y me despidieron junto con una tanda. Ya se me terminó el seguro de paro y encima me quedé sin un peso porque el dinero del despido lo usé para ayudar a Jorge. Entre todos los documntos que tuvo que sacar gastamos como 30 mil pesos.

Es mucha plata...
Sí y ahora se nos viene una grande, dice la madre, porque todas las llamadas que hizo Jorge desde España son a cobrar aquí y yo que se cuánto va a venir, capaz que otros 30 mil y no se de dónde lo voy a sacar, no tenemos plata, yo cobro una mísera pensión por mi esposo y ... Y se queda en silencio, sin hablar, pensando en los próximos días cuando por fin se encuentre con su hijo, con Jorge, que una vez juró que iba a ir a España, que fue, que cumplió la promesa, pero que se volvió o capaz que lo hicieron volver.

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